Los chozos o guardaviñas son unas pequeñas chozas de piedra utilizadas por los agricultores como refugio para cuidar y vigilar los cultivos. Aunque los hay de varios tipos, la mayoría son construcciones sencillas de planta circular que se van estrechando hacia arriba mediante el procedimiento conocido como «falsa cúpula». Este método de edificación consistía en ir levantando sucesivas hileras de piedras en círculos concéntricos cada vez más estrechos, hasta dejar un pequeño hueco en la parte superior que se podía cubrir con una sola piedra. Para dar mayor consistencia al chozo podía emplearse algún tipo de argamasa, pero básicamente se trata de construcciones «en seco».
Su interés, por tanto, no es arquitectónico ni mucho menos artístico, sino etnográfico y pintoresco. Los chozos o guardaviñas salpican los viñedos de la Rioja Alta y la Rioja Alavesa, y constituyen un elemento tan característico del paisaje que muchos de ellos han sido restaurados. Los más antiguos que se conservan datan del último tercio del siglo XIX, y en general no se utilizan ya en las labores del campo.
Algunos pueden divisarse desde carreteras generales como la A-124, que une Vitoria y Logroño, pero para verlos bien es preferible internarse en las pequeñas vías comarcales que discurren entre viñedos. También hay caminos y rutas señalizadas de senderismo que conducen a guardaviñas, por ejemplo en San Asensio.
En algunos términos municipales estos chozos han sido inventariados y tienen nombre propio. Es el caso de Ábalos, Briones, San Asensio o San Vicente de la Sonsierra, que posee uno de los guardaviñas más singulares, el de Las Espinillas, provisto de una chimenea y de una segunda planta utilizada como dormitorio.