Entrevista a Luis Vicente Elías: «Es un error haber separado las rutas del vino de Rioja Alavesa y Rioja Alta»

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Luis Vicente Elías lleva tres décadas rastreando las huellas del vino en la cultura. Arqueología, paisaje, arquitectura, imagen gráfica, métodos de elaboración, turismo, ocio, costumbres… El trabajo de este logroñés enamorado del medio rural, doctor en Antropología por la Universidad de Barcelona y máster en Etnología por la de Burdeos, se ha plasmado en libros pioneros, exposiciones, cursos, conferencias e investigaciones. Hoy es una referencia en el ámbito de los estudios sobre cultura y turismo del vino, especialmente en el área de Rioja. La entrevista se desarrolla en una sala de Bodegas López de Heredia, donde Luis Vicente Elías está llevando a cabo un estudio del archivo histórico.

PREGUNTA ● Se ha vuelto habitual hablar de «cultura del vino», pero da la impresión de que muchas bodegas lo hacen más por propósitos comerciales que por verdadero interés en la cuestión.

RESPUESTA ● Tienes razón. Lamentablemente, el turismo del vino se está quedando en la visita a la bodega, y la visita a la bodega es la venta de vino. Y eso es muy triste. Hay museos del vino que están teniendo un descenso de visitantes, y en cambio las bodegas siguen subiendo. Las bodegas han hecho mucho por divulgar su producto, pero es una actividad comercial. Proyectos culturales que realmente fundamenten el enoturismo hay muy pocos. López de Heredia tiene uno y yo se lo agradezco enormemente, pero cuando viajo me quedo un poco sorprendido al ver que lo que realmente se pretende es atraer a gente para venderle vino, y no se dice nada del paisaje, del viñedo, de la arqueología del vino… Por su parte, los clientes le van a dedicar dos horas, tampoco más. Nosotros aquí lo vemos muy bien en agosto. El día que va a llover tenemos el doble de visitas. Al turismo del vino le ha pasado un poco como al turismo rural, que consistía en abrir una casa con unas camas. La gente el segundo día se levantaba con los niños y decía: y ahora qué hacemos. Así nos está pasando: y ahora qué hacemos. Visitamos bodegas. Vale, pero qué más. Porque los visitantes, al tercer depósito de acero que ven y a la tercera explicación de la fermentación maloláctica que escuchan, están aburridos. O les damos un sustento más cultural, más divertido, más para toda la familia, o esto se terminará. O se reducirá a la venta de vino. Aunque también viene gente con más conocimientos, que ha entrado en tu página web, que ha leído un libro, que ha hecho viajes…

P ● Se han dicho muchas generalidades sobre el perfil del turista del vino. Usted tiene contacto directo con visitantes: ¿cree que hay varios patrones?

R ● Nosotros recibimos unos 25.000 visitantes al año y aquí hay tres segmentos. En primer lugar, el especializado, que viene de Burdeos y ha estado viendo Alsacia o conoce Toscana. Un diez por ciento, normalmente con habla inglesa, que no compra vino porque está de viaje y va en avión, pero pide tarjetas de distribuidor o se lleva unas botellas al hotel. Claro, aquí estamos haciendo visitas en alemán, francés e inglés, y con esa posibilidad abres mucho el abanico. Luego está el segmento inferior, la persona que viene aquí como podría ir a otro sitio y que no tiene conocimientos ni afición. Y luego hay un segmento intermedio, impreciso, que deberíamos dividir otra vez pero que no sabemos segmentar, en el que puede haber gente interesada en practicar senderismo o en probar maridajes, por ejemplo. La frecuencia mensual es curiosa: la gente más interesante viene fuera de temporada, entre Semana Santa y junio o bien en la época de vendimia, entre septiembre y noviembre. Por otra parte, nosotros hemos empezado a cobrar las visitas a la bodega hace solo unos meses, con la particularidad de que el precio de la entrada se descuenta en compras en la tienda, y no ha disminuido el número de visitantes.

P ● ¿Qué actividades podrían ser más interesantes para complementar las visitas a las bodegas?

R ● La gente está pidiendo cada vez más visitas al viñedo. Hace unas semanas vinieron los sumilleres de Can Fabes, y el encuentro con el viñedo para un profesional del vino es un descubrimiento. Porque la gente sabe lo que es una viña en vaso o en espaldera, pero no más. Lo del viñedo los franceses lo están potenciando mucho, dentro de lo mal que tienen el turismo del vino. Con esa riqueza extraordinaria que poseen, se han dado cuenta de que sacar a la gente a la viña es un hallazgo importante. En Rioja no hay muchas iniciativas de recorrido de viñedos, pero creemos que se puede potenciar para ese segmento de visitantes con conocimientos. Por otro lado, aquí el Gobierno ha hecho inversiones millonarias en senderos y no vemos que la gente los utilice. Quitando el Camino de Santiago y la senda pirenaica, los restantes senderos de largo recorrido españoles están muy poco utilizados. Los museos son otro esfuerzo grande, porque en España hay muchos. Ir a la bodega y al museo es un complemento, pero también habría que ir a la tonelería… Nosotros aquí podemos mostrar una tonelería, pero a la mayor parte de las personas que visitan bodegas les enseñan las barricas como si aparecieran milagrosamente. Otra opción es el maridaje. Tiene unos costos altos si quieres ir a un buen restaurante, pero quienes lo prueban quedan contentos con la gastronomía de la zona.

Creo que el turismo del vino en Rioja es el mejor que hay en España, y en el mundo lo pondría a continuación de California y junto a Mendoza»

P ● ¿Cómo valoraría la oferta de turismo del vino en el área de Rioja, en relación con otras zonas de España?

R ● En Rioja el grado de satisfacción de los visitantes es muy alto. Creo que se está haciendo bien, independientemente de que se pueda mejorar. Yo he recorrido prácticamente todas las zonas vitivinícolas de España y donde mejor organizado está el turismo del vino es aquí. En Jerez está muy bien la visita a las bodegas, pero son bodegas urbanas y visitas gregarias, de grupos de hasta sesenta personas, porque allí no te organizan una visita para seis personas como se hace aquí muchas veces. Si consideramos la oferta, las posibilidades, el trato al cliente, yo creo que el turismo del vino donde mejor está es aquí. Aunque seamos críticos. Creo que el producto es el mejor que hay en España, y en el mundo yo lo pondría a continuación de California y junto a Mendoza, que ha subido mucho.

P ● ¿Qué aspectos se podría mejorar?

R ● El otro día me mandaron unos datos sobre los picnics en California. Es un modelo que funciona de maravilla. Pues aquí en Rioja no lo hemos conseguido hacer. Los franceses lo hacen. Se lo propuse a Familia Zuccardi, en Mendoza, Argentina, y están encantados. Preparan cestas con productos que elaboran las familias de sus empleados: embutidos de allí, etc. Tienen un restaurante elegante en medio del viñedo, pero también unas mesitas debajo de unos árboles en medio de la viña, a las que puedes llevar esas cestas. Nosotros nos hemos centrado en la bodega, pero pienso que Rioja tiene mucho más que ofrecer. Yo sacaría el turismo del vino al campo. Si hemos sido capaces de poner de moda algo tan aburrido como ver una bodega, podríamos ser capaces de poner de moda pasear por los viñedos, encontrar lagares, ver un dolmen, una ermita, una antigua calzada romana, la puerta de un viñedo murado… Si realmente queremos divulgar más valores, el territorio me parece fundamental.

P ● Ahora está estudiando, precisamente, paisajes vitivinícolas. ¿En qué consiste el estudio, y cómo se le ocurrió?

R ● Es un «Atlas del cultivo tradicional del viñedo y sus paisajes culturales», y se basa en una encuesta, apoyada por el Ministerio de Cultura, que estoy realizando en España y otros países de Europa y América Latina. Este año me quedan Bolivia y Perú. La idea es que el trabajo en la viña genera paisaje. Por ejemplo, el paisaje de antes de la plaga de la filoxera no tiene nada que ver con el paisaje de después, porque era de cultivos a mano, cavados. Si ves fotos aéreas de los años veinte, las viñas parecen bosques. Así que se me ocurrió estudiar tipologías, y lo vengo haciendo desde el año 2005. La gente se está dando cuenta de que el paisaje es un valor importante. Por ejemplo, estudias parrales y ves que este sistema de cultivo se relaciona con la humedad, la altura, el régimen de precipitaciones… Es decir, que hay todo un conjunto de condiciones que propician un tipo de formación de viñedo u otro. En Rioja Alavesa, que es un territorio de 12.000 hectáreas, tan abarcable, he hecho tipologías mucho más concretas, por valles.

Viñedos en árboles

P ● Y esas encuestas sobre cultivo, ¿a quién se las hace?

R ● A los viticultores, porque en cada sitio hay peculiaridades. Bolivia me interesa, por ejemplo, porque hay una gran parte de viñedos en árboles. Y la vendimia se hace en escaleras, con cestos a la espalda. Es un sistema que implantaron los misioneros. En vez de poner tutores, la cepa subía y se enroscaba sobre los árboles. Es muy curioso. En Galicia también había, y en el norte de Portugal. Plantaban acacias, moreras o plátanos, abrían las ramas y por ahí iba enroscándose la cepa… Por otra parte, en América Latina los viñedos suelen estar alambrados. Allí no se te ocurra entrar en una viña. Mientras que aquí puedes entrar en una viña a coger ajos o a racimar sin que nadie te diga nada. La racima, recoger el fruto que queda en el campo después de que el propietario haya hecho la recolección, está permitida en Rioja, y hay citas medievales que indican desde cuándo se puede hacer. Es derecho consuetudinario. En América se extrañan mucho cuando se lo cuento, porque hay muy poco viñedo murado en España. Lo que sí puede hacer el dueño es señalar la viña con un trapo blanco o con montones de piedras pintados de blanco. Ahora lo hacen con un palo y un plástico grande. Eso quiere decir que la viña está vedada, para que el ganado no entre. Antes el ganado cumplía una función, porque el rebaño estercolaba, comía puntas… Luego, en el mes de enero, se vedaba otra vez.

P ● También le interesan los barrios de bodegas tradicionales, y recomienda su visita. Pero desde fuera no se aprecia su interés… Muchos turistas de otras zonas ni siquiera sabrían identificarlos.

R ● Hay barrios de bodegas que tienen alguna bodega abierta al público. Otras se han recuperado para restaurantes. Y hay fiestas como las de Rodezno, en la Rioja Alta, en las que se abren las bodegas. Pero es difícil. ¿Qué haces ante la propiedad privada? Muchas bodegas se están hundiendo. El barrio de bodegas de Pradejón, por ejemplo, que es de una singularidad extraordinaria. O el de Alcanadre. Una solución es poner paneles explicativos que aclaren un poco qué hay ahí dentro. O abrir al menos una bodega. Pero no hay muchas iniciativas, a pesar del patrimonio tan interesante que tiene toda España. Y es un atractivo… la gente que las consigue ver queda muy satisfecha.

El turismo del vino no debería beneficiar solo a las bodegas, sino que podría generar desarrollo rural»

P ● Como antropólogo, lo que le interesa de verdad es la cultura del vino. ¿El campo del enoturismo le atrae en la misma medida?

R ● En 1979 hice el primer trabajo de campo sobre elaboración tradicional del vino y conocí a gente que había cultivado viñas prefiloxéricas, y que recordaba los cultivos a manta y a tresbolillo, y cómo arrancaron los viñedos viejos y plantaron los primeros injertos… El vino me parece un generador de cultura impresionante. Y no solo aquí. Las viñas más viejas que he visto en mi vida estaban en México y en Argentina, con cepas de 300 años. En cuanto al turismo, trabajé durante once años en la Fundación Caja Rioja, que empezó siendo la Fundación Rural de la Caja de Ahorros de La Rioja. Y una de las opciones de desarrollo que le veía al medio rural era recibir gente. De modo que en el año 1990 empezamos a promover el turismo rural. El siguiente paso fue intentar que las bodegas abrieran, y no creas que nos salió muy bien. Porque en los años noventa no había visitas a bodegas. Eso empieza en el año 2000, a partir de la obra arquitectónica de Ysios. Yo creo que el turismo del vino no debería beneficiar solo a las bodegas, sino que podría generar desarrollo rural. Ese es mi interés verdadero. Un modelo que integre un poco más a los pueblos de la zona y que no se limite al beneficio del bodeguero. Y creo que sí se genera cierto desarrollo. En Haro y su entorno tienes dificultades para alojarte los fines de semana desde abril o mayo hasta diciembre.

Es un error haber separado las rutas del vino de Rioja Alavesa y Rioja Alta. Tendríamos que estar juntos»

P ● ¿Qué opinión tiene de las «Rutas del Vino de España»? Da la impresión de que su interés es desigual. Y dentro de una misma ruta también varía el grado de interés y calidad de los establecimientos asociados.

R ● Es posible, porque querían que hubiera representatividad de toda España. Entonces, efectivamente, ha habido una cierta artificiosidad a la hora de la creación del producto. Ahora bien: ¿es una herramienta que funcione? Parece que sí. La Ruta del Vino de Rioja Alavesa lo está haciendo maravillosamente bien. Y es un error habernos separado en dos rutas, Rioja Alavesa y Rioja Alta, porque tendríamos que estar juntos. La persona que viene a Viña Tondonia va a ir a ver Marqués de Riscal, y viceversa. Esa separación es un error.

P ● En López de Heredia-Viña Tondonia está estudiando la documentación de los archivos. ¿Con qué propósito?

R ● No conocemos el pasado reciente de la cultura del vino. Aquí hay tres líneas de trabajo. Por un lado, la museográfica, porque la bodega conserva gran cantidad de objetos. La idea es organizar exposiciones temporales. La segunda línea de trabajo es archivística. Vamos leyendo los documentos del archivo desde 1857, año de nacimiento de don Rafael López de Heredia, y de cada documento hacemos una ficha y un resumen. Ahora voy por el año 1923 y tenemos 9.000 documentos con referencia. El otro día, por ejemplo, vinieron de la Universidad de Valladolid, de la Escuela de Economía, a consultar datos sobre economía de principios de siglo, precios de vino y otras cosas. Y la tercera línea serían publicaciones.

P ● ¿Puede ser un trabajo rentable en términos de marketing?

R ● Yo lo digo clarísimo: esto es un producto de marketing, pero con estudios y publicaciones. Porque la historia de López de Heredia refleja la historia del vino en determinados momentos. No estamos hablando de la marca simplemente. Rafael López de Heredia fue el primero que tuvo dos campos de experimentación para ver qué pasaba con los injertos tras la filoxera, por ejemplo. Si no fuera por él seguiríamos con aquel Varela, un gallego que quería acabar con la filoxera recogiendo orinas en conventos y cuarteles y añadiéndoles sulfatos y productos químicos. Está todo muy bien documentado. Es decir, que con nuestras investigaciones no es que estemos ensalzando la bodega López de Heredia: estamos descubriendo historia de La Rioja. Otro ejemplo: aquí nadie tiene la menor idea de lo que pasó con la segunda filoxera. En el año 1919 vuelve a haber filoxera en Rioja, porque los injertos que habían puesto no eran suficientemente buenos. Y sólo se sabía que había habido una caída de producción, y se atribuía a otras enfermedades. Esto es una contribución a la historia del vino de Rioja. Los libros copiadores de este archivo son impresionantes. Está todo lo que pasaba en la bodega cada día. Tenemos todas las graduaciones del siglo XIX, que ahora sorprenden porque eran vinos de 9 grados, 10 grados como mucho… Es un archivo que en el futuro puede constituir una forma de promoción, como otro elige poner anuncios en una revista. Porque para poder investigar hay que vender vino.

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