Dice Abel Mendoza Monge que lo que se sabe de su bodega se sabe, fundamentalmente, por el boca a boca. Por el boca a boca y por la labor de algunos distribuidores y comercios de prestigio, como Vila Viniteca, de Barcelona, que han apostado por sus vinos, ya que él no realiza tareas promocionales. Entre los cientos de bodegas de pequeño tamaño adscritas a la Denominación de Origen Calificada Rioja, Abel Mendoza Monge podría pasar fácilmente desapercibida si no fuera por ese boca a boca entre connaisseurs. Y uno se pregunta cuántas más puede haber así, produciendo cantidades de vino muy reducidas con criterios de viticultura y enología de gran calidad, sin que lo sepa el gran público.
Como otros bodegueros de San Vicente de la Sonsierra, uno de los cogollos vitivinícolas más escogidos de la Denominación de Origen Rioja, Abel Mendoza pertenece a una familia de viticultores y habla de sí mismo como de un hombre de campo. Todo el vino que elabora, unas 70.000 botellas al año, procede exclusivamente de viñas propias, cerca de veinte hectáreas distribuidas en 35 pequeñas parcelas en los términos municipales de San Vicente, Ábalos y Labastida.
Su ascendencia le lleva a reivindicar la dignidad de los agricultores en sus relaciones con las bodegas a las que abastecen, tirantes desde que la crisis llegó al mercado del vino. «Los viticultores deben asumir que son una parte del sistema empresarial, no unos asalariados», señala. Si bien defiende un modelo de explotación todavía minoritario en el conjunto de la denominación de origen: la agricultura integrada con el medio, plenamente sostenible, concebida como una inversión a largo plazo y no a corto, en la que la necesidad de ganarse la vida no esté reñida con la protección del entorno. En sus viñas, que en algunos casos alcanzan los setenta y los ochenta años de edad, él mismo practica una viticultura esencialmente manual.
La empresa fue fundada en 1988. Antes, su familia, como otras tantas del pueblo, elaboraba vino y lo vendía a bodegas de la zona. Abel Mendoza continuó primero la tradición del vino tinto joven de maceración carbónica, muy arraigado en la Rioja Alavesa y en la Sonsierra riojana. Años más tarde comenzó a producir también vinos de crianza, sin abandonar el joven. Su mujer, Maite, trabaja con él tanto en las tareas enológicas como en las de comercialización, y su padre, Pedro, le sigue ayudando en las labores de la viña. Una pequeña estructura familiar cuyo objetivo, en palabras de Abel, «es vivir de esto, pero también disfrutar», sin ambiciones económicas excesivas.
La bodega se encuentra al comienzo del núcleo urbano de San Vicente, a la derecha según se entra desde la carretera de Laguardia, en lo alto de un talud que le permite tener una profundidad inapreciable desde el exterior. En la nave de elaboración cuenta con depósitos de hormigón y de acero inoxidable, y en la de crianza, con barricas nuevas o seminuevas de roble francés -exclusivamente-, que nunca son utilizadas más de tres años.
A pesar de su pequeña producción, Abel Mendoza Monge elabora en la actualidad diez vinos distintos, cinco blancos y cinco tintos, en los que busca extraer la peculiaridad de las variedades autóctonas que utiliza y la de las parcelas donde las cultiva. «A mí me gustan los vinos imperfectos», dice, «en los que se noten las particularidades de la añada y el trabajo específico que ha habido que realizar en el campo y en la bodega cada temporada».
Los blancos, todos con la marca Abel Mendoza, incluyen cuatro monovarietales poco o muy poco frecuentes: de garnacha blanca, viura, malvasía y torrontés, y un quinto vino, denominado 5V, que suma a esas cuatro variedades una pequeña cantidad de tempranillo blanco.
La gama de tintos abarca dos vinos comercializados con la marca Jarrarte, joven de maceración carbónica uno y con crianza en barrica de roble el otro, y los tres vinos más cotizados de la bodega, prácticamente artesanales: Abel Mendoza Selección Personal, producido con uvas de las parcelas que han tenido mejor comportamiento en una añada concreta; Abel Mendoza Tempranillo «grano a grano», un monovarietal elaborado a partir de granos escogidos y separados del racimo manualmente, y Abel Mendoza Graciano «grano a grano», despalillado del mismo modo que el anterior y reconocido como uno de los mejores gracianos de toda la Denominación de Origen Rioja.
Estos vinos son sometidos a una suave clarificación tradicional con clara de huevo. A Abel Mendoza no le gusta ensalzarlos con literatura hueca ni extenderse demasiado sobre sus pretensiones enológicas. Dice que prefiere buscar la elegancia a la explosividad, y poco más.
En cambio, le interesan profundamente la actualidad y el futuro de la Denominación de Origen Calificada Rioja. Sobre la propuesta de crear un contrato-tipo para la compra de uva por parte de las bodegas, opina: «Antes que eso habría que hacer un debate profundo sobre el modelo de región vitivinícola que queremos que sea Rioja». En particular, llama la atención sobre un estado de cosas aparentemente paradójico: por un lado, la Denominación mantiene una normativa más o menos estricta, orientada a la producción de vinos de calidad, y por otro acoge en su seno estrategias empresariales más propias de zonas productoras de menor prestigio, en las que el negocio se basa en vender un gran volumen de vino con un margen de beneficio pequeño.
«Creo que en Rioja debería cumplirse de verdad ese eslogan que la define como la tierra de los mil vinos», concluye, en referencia a la diversidad de suelos y microclimas con que cuenta la región, contrapuesta a la producción de vinos uniformes de gran consumo por parte de algunos grupos bodegueros.