Este verano, el Consejo Regulador de la Denominación de Origen Calificada Rioja ha aprobado varias medidas que suponen una renovación importante de su reglamento y que algunos han calificado ya de “históricas”.
En primer lugar, la DOC Rioja amparará por primera vez la elaboración de vinos espumosos blancos y rosados. Es decir, que además de los Riojas que ya conocen los consumidores habrá por primera vez Riojas elaborados a la manera de un cava (en La Rioja existen, de hecho, algunas bodegas que elaboran cavas, pero hasta ahora no podían etiquetarlos como Riojas).
En segundo lugar, se aprueba una nueva categoría de vinos procedentes de “viñedos singulares”, que podrán ser identificados como tales en las etiquetas de las botellas. Para ello, deberán haber sido elaborados con uvas cultivadas en un único viñedo de 35 o más años de edad, que además deberá reunir determinadas características y superar unas exigencias de calidad especiales: productividad por debajo de lo que permite el reglamento de la denominación para otros vinos, evaluaciones antes de que salga al mercado, etc.
En tercer lugar, las tres “subzonas” en las que se ha dividido hasta ahora el territorio de la denominación de origen (Rioja Alavesa, Rioja Alta y Rioja Baja) pasarán a denominarse “zonas”, y se estudiará la posibilidad de que la Rioja Baja pase a llamarse Rioja Oriental (algunos dan por hecho el cambio pero el Consejo Regulador no lo ha confirmado todavía).
En cuarto lugar, se amplía la posibilidad de comercializar vinos específicos de cada una de esas zonas. Si una bodega elabora un vino determinado con uvas cultivadas principalmente en la zona en la que está ubicada, podrá consignar dicha zona en la etiqueta de la botella con una relevancia gráfica similar a la de la palabra “Rioja” (pero no mayor). El porcentaje de uvas procedentes de la zona indicada debe ser del 85% como mínimo, y el 15% restante, en su caso, debe proceder de municipios limítrofes. Esta modificación del reglamento implica que las zonas pueden pasar a tener una visibilidad equiparable a la de la propia denominación de origen en el etiquetado de los vinos.
En quinto y último lugar, también se podrá incluir en las etiquetas el nombre del municipio de procedencia del vino. Para reconocer dicha procedencia, se exige que el 85% de las uvas utilizadas, como mínimo, haya sido cultivado en el término municipal; que el 15% restante, si se da el caso, proceda de municipios colindantes, y que la bodega elaboradora esté ubicada en el municipio en cuestión.
Debates en torno a las novedades
En resumen, las novedades dan un protagonismo inédito hasta ahora a la procedencia concreta de los vinos de Rioja, y parecen justificadas y oportunas. Por un lado, porque el territorio de la denominación de origen es muy vasto y comprende comarcas, tipos de suelo y microclimas muy diversos. Y por otro, porque con la etiqueta común de Rioja se elaboran vinos de características y pretensiones muy distintas. A partir de ahora, los consumidores podrán elegir no solo un Rioja joven, crianza o reserva, sino también un vino de Haro, Labastida, Tudelilla o San Vicente.
Otra cosa son las disposiciones específicas adoptadas para reglamentar esta renovación. Podría discutirse, por ejemplo, si el porcentaje mínimo de uva de una zona necesario para identificar un vino de la Rioja Alta, la Rioja Baja o la Rioja Alavesa debería ser el 85% o superior. En el caso de los vinos “de pueblo”, la asociación Bodegas Familiares de Rioja ha lamentado que las bodegas deban estar ubicadas necesariamente en el municipio donde se cultivan las uvas. En efecto, parece que el criterio básico para indicar que un vino procede de un pueblo determinado debería ser la ubicación de las viñas, y no tanto el emplazamiento de la bodega que lo elabora. Pero en la Denominación de Origen Rioja hay actores muy diversos, todos tienen sus argumentos y a menudo cuesta conciliar sus intereses. Una bodega con viñedos distribuidos en múltiples municipios, que además cumplan los requisitos acordados por el Consejo Regulador, podría lanzar al mercado una gama de vinos de pueblo que enriquecería y diversificaría su oferta comercial. Por el contrario, si se permite a las bodegas comercializar únicamente vinos con el nombre del municipio en el que están ubicadas, esta posibilidad desaparece. ¿Esto es positivo o negativo para el conjunto de la región? Tal vez carezcamos todavía de los elementos de juicio necesarios para saberlo con certeza. Los cambios normativos en la DOC Rioja tienen repercusiones económicas complejas y no parece desacertado emprenderlos con prudencia. Siempre se puede profundizar en la reforma emprendida más adelante, o corregirla o mejorarla, cuando se aprecien los resultados de las primeras disposiciones.
El futuro inmediato de los vinos de Rioja
Muchas bodegas elaboraban ya vinos que a partir de ahora podrán ser identificados con el nombre de la zona o el municipio del que proceden. Es previsible que otras bodegas adapten sus vinos a los cambios normativos, es decir, que realicen ajustes para elaborar vinos que puedan ser comercializados con las nuevas etiquetas, sobre todo si la DOC Rioja aprueba partidas presupuestarias para promocionarlas. En los próximos años probablemente proliferen los vinos de zona, de pueblo y, en menor medida, de viñedos singulares. En algunos casos responderán a las convicciones enológicas de sus elaboradores y en otros, tal vez, a una tendencia comercial. No se debería ver en las etiquetas una panacea. La información que proporcionan es muy elemental y las bodegas comprometidas con la calidad harían bien en completarla con datos más precisos en la contraetiqueta.
Los consumidores españoles, por su parte, no han acabado de asimilar que un reserva no es necesariamente mejor que un crianza y que un buen vino joven será siempre preferible a un mal vino envejecido en barrica. Ahora deberían tener presente que una etiqueta puede certificar un origen o incluso un cuidado especial en el cultivo del viñedo, pero no garantizar un sabor y unos aromas excepcionales. En la DOC Rioja se elaboran grandes vinos con uvas procedentes de comarcas muy distantes, y también vinos mediocres con uvas cultivadas en un único paraje.
De lo que no cabe duda es de que el panorama de los vinos de Rioja va a cambiar, y de aquí a un lustro promete ser muy interesante.