El pasado 4 de mayo, el Observatorio Español del Mercado del Vino (OEMV) organizó en la sede del Ministerio de Medio Ambiente en Madrid una jornada sobre «Turistas, turismo y vino», en la que presentó un estudio novedoso y a priori de gran interés sobre «Compra y consumo de vino entre los turistas extranjeros que vienen a España, antes, durante y después de su visita».
La jornada se completaba con otras presentaciones de temática similar, a cargo de la Asociación Española de Ciudades del Vino (que ofreció datos sobre las Rutas del Vino de España) y de la Federación Española de Hostelería (FEHR), que expuso los objetivos y características de Saborea España, un club de producto de turismo gastronómico que pretende promocionar una «cultura gastronómica española auténtica».
Pero el plato fuerte de la jornada era una mesa redonda cuyo asunto, «Presente y futuro de los vinos españoles en el mercado de Estados Unidos», se apartaba claramente del hilo temático principal, y que probablemente fue concebida para aprovechar la presencia en la ciudad de Robert Parker, que esa misma tarde recibía la Gran Cruz de la Orden del Mérito Civil, concedida por el Consejo de Ministros a petición del Ministerio de Asuntos Exteriores y Cooperación.
Robert Parker se convirtió en la estrella de la jornada, y no solo por la popularidad o el prestigio que le preceden, sino porque la amenidad de sus intervenciones contrastó con la grisura de alguno de sus compañeros de mesa. Almudena Rodríguez, del Ministerio de Medio Ambiente, y Ángel Martín Acebes, de la Oficina Comercial de España en Nueva York (ICEX), hicieron un buen resumen del estado de la cuestión, y Parker se dedicó principalmente a responder a sus preguntas y a las de los demás participantes, bajo la moderación del director del OEMV, Rafael del Rey.
Las claves para crecer en Estados Unidos, según el crítico estadounidense, son tres: educación del consumidor (orientada a divulgar las cualidades de los vinos españoles), promoción en grandes ciudades (a cargo de organismos públicos y de consejos reguladores, y centrada en la organización de catas con sumilleres, periodistas e importadores) y difusión a través de las redes sociales (de las que se refirió especialmente a Twitter, y dirigida sobre todo a las generaciones jóvenes que se incorporan al consumo de vino).
Parker afirmó que España tiene lo más importante, buenos viñedos y buenos vinos, y se mostró optimista acerca del futuro de estos en Estados Unidos. Declaró que los de alta calidad, en un mismo rango de precios, ofrecen más que los de Burdeos o Borgoña, e instó a aprovechar el boom actual de la gastronomía española en todo el mundo y en su país en particular.
Ángel Martín Acebes preguntó a Parker qué vinos o zonas vitivinícolas convendría seleccionar a la hora de organizar esas catas promocionales a las que se refería, y el crítico no dudó en responder que los de mayor calidad, con el objetivo de crear una buena imagen de marca de la que luego pueda verse beneficiado el conjunto de bodegas de una misma región (aspecto en el que destacó la habilidad y el saber hacer de nuestros vecinos franceses).
Finalmente, hizo hincapié en la importancia de ofrecer información al público, en las etiquetas de las botellas (viñedos, variedades de uva utilizadas, tiempos de crianza…) y en las páginas web de las bodegas, cuestión en la que buena parte de nuestro sector bodeguero mantiene una postura inmovilista y recalcitrante, por más que los principales expertos internacionales insistan en ello cada vez que visitan nuestro país.
El caso es que algo debemos de estar haciendo mal cuando, a pesar de ser uno de los principales países productores de vino del mundo, nuestra bebida nacional es la cerveza. Parker llamó la atención varias veces sobre el hecho de que en Estados Unidos ocurre al revés: el vino ha desbancado ya a la cerveza como primera bebida alcohólica. Y comentó: «En mi país es normal ver a personas jóvenes bebiendo vino. Cuando vengo a Europa, no veo a ninguna».